Semblanzas - Asociación de Cirugía de Córdoba
Por Favor seleccione la sección

Pablo Sonzini Astudillo, ex-Presidente de la Asociación de Cirugía de  Córdoba deja la UNC y casi 40 años en el Servicio de Cirugía “Pablo  Mirizzi” del Hospital Nacional de Clínicas, donde se desempeñó como  

Profesor Titular y Jefe de Servicio, por jubilación con fecha 30-06-2022. Lo  sucede su amigo Paul Lada, también ex-Presidente de nuestra ACC. 

Le espera otro desafío, la Vice Presidencia del Congreso Argentino de  Cirugía este año, la Presidencia del mismo Congreso en 2023, y la  Presidencia de la Asociación Argentina de Cirugía en 2024. 

Nacido en 1951, casado y padre de 6 hijos, fue médico UCC con Medalla de  Oro a los 22 años y cursó la Residencia y Jefatura de Residencia en el  Hospital San Roque donde reconoce como maestros a Manuel Cuenca Pérez,  Jorge Bertola y Eduardo Casaretto.  

Trabajó en Strasbourg, Francia, junto a Daniel Jaeck y Michel Adloff, viejos  amigos de nuestra Asociación. 

Presentó su Tesis UNC sobre suturas mecánicas en 1982. 

Su amistad con Jacques Marescaux le permitió liderar en Córdoba, en  octubre de 1990, uno de los 2 equipos pioneros nacionales en colecistectomía  laparoscópica..  

Fue Profesor Adjunto UNC por concurso a los 33 años en 1984, y Profesor  Titular de Cirugía, también por concurso, a los 48 años, en 1999. 

Junto a Eduardo Cassone fue relator oficial del 70° Congreso Argentino de  Cirugía en 1999 sobre “Injurias de la Vía Biliar”. 

Su privilegiada relación con Francia la usó para que cientos de estudiantes  franceses roten por las 11 universidades radicadas en Córdoba y para que  más de 100 médicos, casi todos de Córdoba, hagan pasantías y trabajen en  Francia, algunos de ellos radicándose de manera definitiva. 

Tuvo una producción científica enorme, plasmada en trabajos científicos,  publicados localmente y en el extranjero.  

Recibió muchos premios y distinciones, entre los que se destacan el Premio  Fundación San Roque 1979, el Premio Comité Colegio Argentino de  Cirujanos 1997, mejor Tesis UNC en 1982, Beca Mirizzi 1982, Premio  “docente anual 1993” y “miembro de honor” del Congreso Francés de  Cirugía 2018. 

Miembro de múltiples sociedades científicas locales y extranjeras, entre ellas,  la Academia Argentina de Cirugía y la Academia Nacional de Cirugía de  Francia, en las que expuso en muchas ocasiones. Miembro además del  Comité Editorial de múltiples revistas locales y extranjeras de la  especialidad. Expuso su experiencia en muchos viajes al extranjero, entre  ellos Francia, Italia, España, Uruguay, Chile, Paraguay y Bolivia. 

Su misión de casi 20 años como Cónsul Honorario de Francia en Córdoba le  dio la oportunidad de dar un impulso extraordinario a las relaciones entre  nuestra Universidad y nuestra Asociación y las universidades francesas. Así,  el XXV Congreso de Cirugía de Córdoba, que él presidió en 2006 se hizo en  conjunto con el XII Congreso Nacional Francés de Cirugía Laparoscópica  que trajo a Córdoba más de 200 cirujanos franceses. 

El Gobierno francés reconoció su trabajo en favor de la amistad entre nuestro  país y Francia, condecorándolo en 3 ocasiones. El Primer Ministro le  nombró “Officier des palmes académiques” en 2011, el Presidente lo hizo  como “Chevalier de l’ordre du mérite” en 2021 y el Ministro de Europa y  Asuntos Extranjeros le dio la “Médaille des Affaires Etrangères, en 2021.  

La Asociación de Cirugía de Córdoba le agradece todo lo que hizo y hará por  ella, y le augura un brillante protagonismo en sus nuevos desafíos.


Por Pablo Riberi

Alberto Riberi, Profesor Consulto de la Facultad de Medicina de la UNC, nació en la localidad de Lehmann el 28 de junio de 1928 y falleció en la ciudad de Córdoba el 4 de febrero de 2016. A muy temprana edad, junto a sus padres y hermana, se mudó a la cercana ciudad de Rafaela, Provincia de Santa Fe. Como algunos hijos de inmigrantes que laboriosamente supieron colonizar la pampa argentina, ni bien completó sus estudios secundarios, se atrevió a tomar una decisión fundamental para su vida. Honrando el consejo y el esfuerzo de sus padres, con la firme ilusión de convertirse en médico, Alberto Riberi, vino a estudiar a la Facultad de Medicina de la UNC.

¿Cómo fueron esos primeros años en Córdoba? Pues bien, luego de destacarse en sus estudios de grado –uno de los mejores promedios de su promoción-, en el año 1954, Alberto Riberi obtuvo el título de Médico Cirujano. Como consecuencia de los mencionados méritos, en 1955, obtiene por concurso una beca de dos años para ingresar en la primera cátedra de Clínica Quirúrgica a cargo del Profesor Doctor Juan Martín Allende. Este, su querido maestro, por su ejemplaridad, se transformó en uno de los pilares fundamentales en el desarrollo profesional y humano del novel médico. Y así, en adelante, durante poco más de un lustro, fue que continuó su formación y  entrenamiento dando los primeros pasos tanto en la práctica profesional como en la actividad docente. Por caso, fue designado Médico Cirujano del Servicios de Urgencia de Sanidad Policial del Hospital San Roque; al tiempo que, bajo la dirección del Profesor Allende, realiza el Curso de Cirugía en la Escuela de Graduados (1956-1959). Finalmente, debe asimismo mencionarse la posición de Ayudante Técnico en el Departamento de Cirugía Experimental en la Facultad de Medicina de la UNC.

En la década del 60’, la formación profesional de Alberto Riberi toma un impulso notable. En 1961, la misma se desarrolla en Europa. Habiendo obtenido una Beca del “Evangelischen Krakenhaus”, en Düsseldorf (Alemania), el joven cirujano es designado Asistente Extranjero en el Departamento del Profesor Werner Forssmann. No huelga notar que, por su aporte al cateterismo cardíaco, el aludido Profesor Forssmann era un reconocido cirujano que había sido galardonado con el Premio Nobel de Medicina en el año 1956. En el año 1962, patrocinado por el Gobierno de Francia, tras obtener otra beca por Concurso en la Facultad de Medicina de la UNC, Alberto Riberi se traslada primero a Paris, Francia y de allí, completa su periplo formativo en Roma, Italia.

En efecto, el joven cirujano logra ser admitido en el departamento de cirugía pancreática y de la hipertensión portal, en los servicios hospitalarios del Hospital Cochin -Facultad de Medicina de la Universidad de París-, a cargo de los Profesores Lucien Leger y Jean Louis Lortat-Jacob. Alberto Riberi, por lo tanto, permaneció durante un año en dicho lugar y tras haber terminado su período de entrenamiento, se instala luego en el Instituto de Clínica Quirúrgica del Policlínico Humberto I de la Universidad de Roma, bajo la supervisión del también reconocido Profesor y Cirujano italiano Pietro Valdoni.

Con la experiencia recogida, habiendo regresado a Córdoba, se reincorpora al Hospital Nacional de Clínicas. En este período, bajo la supervisón del  Profesor Dr. Juan Martín Allende, Alberto Riberi aborda disciplinas y técnicas novedosas en nuestro medio. Así las cosas, como cirujano ya formado, tras unos años en esta ciudad, resulta nuevamente distinguido por el Gobierno de Francia. Por medio de una Beca de perfeccionamiento otorgada por dicho país, Alberto Riberi regresa al Servicio del Profesor Leger (1966-1967). Tras profundizar sus estudios y entrenamiento en aspectos vinculados a la hipertensión portal y cirugía pancreática, logra dar las puntadas finales a su Tesis Doctoral. Fruto de la investigación; tras haber cotejando resultados; luego de haber tomado razón de nuevas técnicas y posibilidades quirúrgicas y terapéuticas, Alberto Riberi presenta exitosamente su Tesis Doctoral en el Salón de Grados de la UNC. Y casi inmediatamente, también, traduce y publica la versión española del libro seminal del Profesor Lucien Leger: “Semiologie Chirurgicale” impreso en nuestra lengua con el tìtulo “Propedéutica Quirúrgica”.

Conforme lo dicho, la actividad de formación y la práctica quirúrgica de Alberto Riberi, fue sostenida y de calidad. A partir del año 1957 ya había participado  regularmente en tareas docentes en la Facultad de Medicina de la UNC. Por otro lado, desde 1957 hasta 1972 se desempeñó como Profesor de Clínica Ginecológica y Clínica Quirúrgica de la Escuela de Enfermería de la UNC. Desde 1969 a 1974, se le encuentra a cargo de Trabajos Prácticos y Cursos Libres de Clínica Quirúrgica en el Hospital Nuestra Señora del Valle. Finalmente, desde1966 a 1972, fue Cirujano del Hospital Privado de Córdoba. Y no huelga notar que, luego de haber culminado su carrera docente, Alberto Riberi recibe el título de Profesor Adjunto de Cirugía (1969).

Desde esa fecha, entonces, y hasta el año 1974, Alberto Riberi se desempeña en la Primera Cátedra de Clínica Quirúrgica de la UNC. En tal calidad, en idéntico lapso, el nombrado dictó clase de Clínica Quirúrgica en Cursos Oficiales, Libres y Paralelos. Por otra parte, desde 1975 hasta 1983, asume otras nuevas responsabilidades docentes. Por caso, resulta designado en cuatro oportunidades Profesor Encargado de la Cátedra de Cirugía II, Unidad Académica de Cirugía n° I. En las restantes, lo hace como Adjunto en la misma Cátedra, dictando Cursos Oficiales, Libres y Paralelos de Patología Quirúrgica. Y desde 1983 hasta su retiro, Alberto Riberi, se desempeñó como Profesor Titular por concurso de la Cátedra de Cirugía II de la U.A.C. n° I de la Facultad de Medicina de la UNC. Por último, de entre todos sus premios y distinciones, quizás, merezca mencionarse el premio ACCESIT que, valorando el trabajo “Tratamiento terapéutico y quirúrgico de la hipertensión portal (1977)”, le concediera la Sociedad Argentina de Flebología y Linfología.

Pero hay otro hecho singular que merece mención y es el siguiente. Desde 1966 hasta 1980, fue designado Jefe del Servicio de Cirugía y también Director del Hospital Nuestra Señora del Valle -dependiente del Ministerio de Bienestar Social de Córdoba-. Durante 14 años, consolidó en dicha institución una tarea formidable; todo lo cual contribuyó a transformar ese nosocomio en un centro asistencial y de formación universitaria de primera calidad. Téngase presente, de paso, que en dicho hospital, el nombrado estuvo encargado del Servicio de Apoyo a la Cátedra de Cirugía II. Además, que en el período comprendido entre 1980 a 1985, fue asimimismo Jefe del Departamento de Cirugía del Hospital Tránsito Cáceres de Allende de la Ciudad de Córdoba.

Durante todo este largo período, siguiendo el ejemplo de quienes impulsaron su carrera, Alberto Riberi supo cultivar un fructífero vínculo educativo y formativo con diversos centros hospitalarios del exterior. En particular, con la república francesa. Gracias a sus oficios, el traslado, formación y entrenamiento de jóvenes cirujanos de nuestro medio, terminó consolidando una marca indeleble en los equipos profesionales que se prolongaron bajo su influencia. Y en este sentido, siguiendo la generosa impronta de los Profesores Allende y Leger, bajo su dirección académica, fueron asimismo más de una decena de tesistas doctorales quienes obtuvieron el título máximo con calificación “sobresaliente”. La dilatada y exitosa trayectoria de todos ellos -como de tantos otros talentosos cirujanos influenciados por su magisterio-, quizás; solo quizás, merezca ser interpretada como la síntesis final que corona el legado -y el principal orgullo- que Alberto Riberi pudo haber tenido.

El trabajo y el estudio permanente, fueron tal vez, las notas más visibles dentro de quien poseía personalidad más bien introvertida. Tuvo dos matrimonios y cinco hijos, dos de ellos, médicos también. Siempre quería volver a Rafaela. Le gustaban los autos y la lectura. Era un músico aficionado y talentoso. Más allá de ello, la medicina fue la más auténtica pasión de su vida.

Y una reflexión final: en un tiempo luminoso, donde el esfuerzo y calidad humanista de grandes maestros marcaron una época dorada en la Facultad de Medicina de la UNC, Alberto Riberi pudo acrisolar una sólida formación profesional y un compromiso inalterable con el arte de curar. Alberto Riberi amaba su trabajo y quería que las cosas estuvieran bien hechas. Junto a algunos otros notables colegas contemporáneos, Juan Martín Allende y Lucien Leger, siempre tuvieron un lugar privilegiado en su memoria. Todos ellos, sin lugar a dudas, fueron habitantes de un tiempo pretérito que ya no vuelve. Una época, claro es, donde la vocación asistencial y el compromiso con la educación universitario de excelencia, dieron a Córdoba –y al país-, merecido prestigio y reconocimiento.


Presentamos dos textos en conmemoración a la muerte del Prof. Dr, Luis Gramática. El primer texto corresponde a los doctores Francisco Florez Nicolini y Paul E. Lada. El segundo es del Dr. Rolando B Montenegro.

1º Semblanza de los doctores Francisco Florez Nicolini y Paul E. Lada.

Córdoba, 8 de Julio 2020

"Luis, como siempre lo llamábamos cariñosamente sus discípulos, fue un verdadero maestro de la cirugía, habiendo formado un número importantísimo de cirujanos provenientes tanto de la provincia de Córdoba como de toda la Argentina y de muchos países del mundo. Fue un cirujano de verdad, de gran experiencia, pero por sobre todo un apoyo permanente para muchísimos cirujanos, donde no dudaba nunca en estar presente con su ayuda, tanto en una cirugía compleja como para solucionar una complicación. Todo lo hacía con una generosidad extrema.

Fue una excelente persona, un esposo y padre de familia ejemplar. Un amigo entrañable y un consejero como pocos. Brillaba en sus exposiciones y siempre se lo encontraba rodeado de muchísimas personas en las recorridas de sala o disfrutando de un café después de una cirugía.

Querido Luis, sin dudas todos tus discípulos, amigos y compañeros de trabajo guardaremos gratos recuerdos vividos juntos. Estaremos siempre agradecidos de tus enseñanzas y de tu compañía. Que descanses en paz”.

Autores: Francisco Florez Nicolini y Paul E. Lada.

 

2º Semblanza del doctor Dr. Rolando B Montenegro: "Siempre justicia al maestro"

Nosotros, hombres y mujeres que le conocimos, sujetos de las más diversas creencias políticas, sociales y filosóficas, estamos rememorando más temprano que tarde y en la madurez de nuestra existencia, a una gran personalidad. Enorme fue su trayectoria, y no habría tiempo ni espacio aquí para referirse a los aspectos más salientes de su dilatada actuación pública y universitaria, por lo demás bien conocida: Nacido un 14 de noviembre de 1940 en la ciudad de Villa Dolores fue imparable hasta llegar a ser Profesor Universitario, Titular de la Cátedra de Clínica Quirúrgica I UH de Cirugía 2 por Concurso y Jefe del Servicio de Cirugía Pablo Luis Mirizzi del Hospital Nacional de Clínicas de la Facultad de ciencias Médicas de la UNC y Presidente de la Asociación de Cirugía de Córdoba y de la Asociación Argentina de Cirugía. Miembro de la Academia Argentina de Cirugía. Maestro de la Medicina diploma otorgado por el Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba. Cirujano Maestro diploma otorgado por la Asociación Argentina de Cirugía. Egresó como Médico Cirujano en la Universidad Nacional de Córdoba. Desarrolló su formación quirúrgica de Posgrado en el Hospital de la Santa Creu I Sant Pau en Barcelona y una prolongada actividad de Investigación en los EE UU bajo la tutela del Profesor Marion C. Anderson. Realizó reiterados viajes al África desarrollando actividades docentes y quirúrgicas en el Hospital Misionero Católico de Nden (Camerún, África central). Cerrando un brillante ciclo, merecidamente fue reconocido como Ciudadano Ilustre por la Intendencia de la Ciudad de Villa Dolores.


En todos los campos que actuó fue dejando huellas imborrables por su labor incesante, su espíritu renovador y nobles actitudes al servicio de la Argentina y de sus conciudadanos. Ya no está físicamente contiguo pero, prodigiosamente, dejó un vasto legado compartido que ha generado en nosotros, y seguramente lo seguirá haciendo, un valioso panorama mental producto de sus ideas y de su accionar. Más que describirlo retrospectivamente en su “Genius loci”, prefiero emplear el resto del tiempo en bosquejar otro aspecto, acaso el más importante de nuestro eminente profesor, el de rescatar al hombre original, profundo y verdadero con quién
me topé y pude conocer. ¡Tarea tan honrosa que me ha sido encomendada por la Asociación de Cirugía de Córdoba en la persona de su Presidente el Dr. Carlos Valenzuela! Ajustándome a las épocas y circunstancias vividas, estimo, otros u otras podrían haber cumplido con mayores coherencias y derechos esta justiciera misión. Desearía, entonces, estar aquí no por ser quién sucedió en el año 2010 al Prof Luis Gramática en la conducción de la Cátedra de Clínica Quirúrgica del Hospital Nacional de Clínicas, sino por la inspiración del destino que unió mi existencia biológica con la de él, haciéndonos coincidir en momentos tan prolíficos de su vida. ¿Por qué digo esto?


Es que mi primer empalme visual con quién sería uno de mis más distinguidos maestros fueron cinco guardapolvos blancos como la nieve moviéndose, uno al lado del otro y quién sabe hacia dónde, por lo que era un amplio pasillo del hospital. Quienes los vestían venían en animada conversación, llamándome poderosamente la atención uno de ellos, de contextura maciza, de columpiados movimientos y hablar enfático. Piel de tono trigueño y remera muy obscura casi negra cerrando la base de su cuello. Siendo más llamativo aún el lustrado brillo de sus zapatos negros, los vi venir e irse, mientras pasaba inadvertido para ellos. Tiempo después supe que aquel enfile profesoral tenía siempre como destino el bar de doña Rosa, en la esquina de Chubut y Santa Rosa.
Con las inquietudes de recién egresado de la Facultad transcurría 1977 en un entorno que no me era desconocido pues había cursado ahí la materia Cirugía III. Y vuelvo a decir era, pues ese escenario emotivo que les relaté estaba próximo a las secretarias administrativas, vestuarios y quirófanos del Servicio Pablo Luis Mirizzi, y que lamentablemente ya no existe, afectado por la trágica demolición del año 1981. Paso ahora rápidamente a rememorar el segundo contacto, esta vez de los llamados del tercer tipo. Todo se dió, por una pocas palabras que le había deslizado a mi tío Adelmo, de profesión filósofo y educador : “tío quiero hacer historias clínicas”. Días después, un miércoles no me olvido, me vi campechanamente conducido por el Prof Fernando Soria, Titular de Cirugía -de muy relacionada amistad con Adelmo- hasta los consultorios externos, en momentos que el Prof Grámatica asistía consultas nuevas y controles posoperatorios. Alguna sintonía fina detecté entre ellos pues, de ahí en más quedé bajo el influjo del Prof Gramática. En pocas palabras, la divina providencia o injerencias inesperadas, trocaron mis pretensiones de dedicarme a la medicina interna.


Esto me da pie a una digresión. El Prof Gramática amaba algunos clásicos de la literatura universal. Intercurrente y frecuentemente El PRINCIPITO, obra señera de Antoine de Saint- Exupéry, se convertía en tema de conversación y de interés para todos. En el café le encantaba reflexionar sobre la vida, la sociedad que nos cobijaba y el amor a la medicina, y lo hacía de una manera sencilla y directa.

Leyenda 1: “Dijole el zorro al principito: Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, te estaré esperando desde las tres y cuanto más se aproxime la hora de la cita, más feliz me sentiré”.


Permítaseme, entonces, hacer una candente alegoría o metáfora vital ya que Uds. comprenderán cómo mi vida profesional pivoteo en esta unidad para el trabajo y qué resortes influyeron cualitativamente para mi desarrollo profesional. Desde entonces, mi vida se convirtió en “te estaré esperando en el Hospital de Clínicas, en la Clínica Sucre, de pie al lado de una tipa en la Cañada, entre Deán Funes y 9 de julio. Compartiendo a toda hora los controles de pacientes operados en una juntada que era diaria incluyendo los fines de semana y, como él lo decía: matiné, familiar y noche.


¿Es la vida y obra de Luis Gramática de dimensiones comunes? ¡Y, esto debería quedar aclarado! En cuanto al “humanismo en la medicina” no hubo fragmentaciones. Su ejercicio profesional y vocacional estuvo en la dirección inquebrantable de asistir igualitariamente a sus pacientes; así lo ví hacerlo, en los ámbitos hospitalarios universitarios, en la práctica profesional privada, en la enseñanza presencial y respetuosa con los enfermos, en las academias, o en los cursos que acompañaba o generaba en cuanta comuna o localidad se lo requiriera. Tuvo que ver la moral en su empeño y labores diarias, y sus manos decididas y hábiles fueron herramientas puras dirigidas al perfeccionamiento personal y social. En este sentido, las recuerdo ágiles con destino a reconstruir como alfarero la neoanatomía y fisiología después de amplias resecciones, o sumergidas en los tejidos necróticos de las pancreatitis infectadas. Había en él un gran sentido de ubicuidad sumado a una habilidad superior para encontrar el camino más preciso hacia el tumor más invasivo.


En cuanto a la tarea instructiva y pedagógica, se constituyó por antonomasia en motor incansable para despertar la curiosidad e introducirnos en los temas más diversos de la patología quirúrgica. Ese impulso inicial que nos daba era arrollador y lo acompañaba personalmente. Y vale aquí, una singular anécdota para una más que singular aguja flexible. De regreso de Japón trajo consigo tres agujas de Okuda, una herramienta de alto impacto, diagnóstico que asomaba en esa época en la Universidad de Chiba, para resolver esos atolladeros que se presentan de tanto en tanto en la medicina.


Leyenda 2: Agujas ultrafinas y flexibles que el Prof. Gramática trajo de regreso del Japón

Recuerdo que se operaban innecesariamente muchas ictericias médicas. O, viceversa, se demoraba dramáticamente la operación en pacientes con obstrucciones quirúrgicas. Los ecógrafos recién se empleaban en Córdoba con imágenes bastante neblinosas. Las tres agujas ultraflexibles (corta, mediana y larga) fueron depositadas en mis manos y en las del profesor Jorge Saliba. Estudiamos concienzudamente la técnica pues ya había alguna experiencia en el medio realizada por el Profesor Jesús E Castro con agujas rígidas, e iniciamos una práctica formidable. Si es que un hubo un tema innovador en el curso de las ictericias, éste fue de la mayor jerarquía por años en la bibliografía médica, superándose en nuestras manos más de 200 estudios. Paralelamente, los radiólogos “sufrían” ante esta experiencia de los cirujanos en sus ámbitos propios. La tensión interservicios se fue profundizando, en medio de una sana competencia , hasta que un destacado radiólogo llegó placa en mano hasta la sala 3 y 5 para derivarnos una paciente con un síndrome coledociano con cálculo enclavado, sin duda una hermosa placa radiográfica. Pero tuvimos operarla rápidamente en shock hipovolémico por un gran desagarro de lóbulo hepático derecho. Había realizado el estudio con un trocar rígido. Como corolario, estos comentarios lo muestran al Prof Gramática como un profesional imparable acompañando el avance de la cirugía, atento a la renovación tecnológica en pos del diagnóstico y la terapéutica, y partidario de que los cirujanos debíamos estar investidos como activos participantes de estos procedimientos.

Otro punto de merituada observación y reflexión para estos momentos fue su actitud ante todo planteo clínico quirúrgico, más aún si era de carácter o índole práctico asistencial. Siempre expresaba ante las dificultades “esos complejos mapeos enzimáticos” haciendo que la teoría y la práctica estuvieran siempre en conflicto en sus pensamientos. Y, hasta no dudaría en decirles, que en la tensión hacia lo alto o en la búsqueda superior, en él la práctica vivía anteponiéndose a la teoría, aunque sus afanes de investigador adquiridos con el Prof. Marion C Anderson en los EEUU lo devolvían a sus bases experimentales, a la documentación y a la escritura de lo que le apasionaba. Una situación, entre tantas otras, que lo personifican fue la siguiente. Un viernes, en los tiempos fundacionales de ese acreditado Curso de los sábados, recibe una interconsulta desde Marco Juarez, sobre una paciente ictérica con antecedentes de colecistectomía más coledocoduodeanastomosis. A las 24 horas el ómnibus nos depositó en aquella anfitriona ciudad, por supuesto con las agujas de Chiba. La colangiografía demostró un verdadero empedrado que ocupaba toda la vía biliar extrahepática ocluyendo la derivación quirúrgica con el duodeno.

Leyenda 3: Colangiografía transparieto hepática de la paciente operada en Marco Juarez con obstrucción de la coledocoduodenostomía por litiasis múltiple

 

Desplazando en su mente el criterio imperante entonces, de operar estos pacientes a las 48 hs o más de la colangiografía sugirió operarla inmediatamente con éxito, sistemática llamativamente sustentada en la actualidad. Esos desafíos eran situaciones diarias y estaban como previstos en su intelecto . Fue tal el ajetreo vivido que no hubo tiempo para alimentarnos correctamente y en el regreso a Córdoba bajamos en la primera terminal satisfechos por la performance pero con un hambre fenomenal. ¡Estaban tan ricos esos sandwiches de salame que repetimos!. Conclusión: perdimos el ómnibus. Cazamos un taxi y emprendimos animosos la persecución dándole ínfulas desmesuradas al conductor. No hubo caso, en el horizonte, el ómnibus se nos hacía cada vez más chiquito. Anécdota al margen, nos divertíamos recordándola. Regresamos a la madrugada en otro ómnibus
A la vocación y profesión médicas como a todas las demás ocupaciones humanas se puede llegar frívolamente o bien con seriedad y profundidad. La consigna para el Prof Gramática fue que los fines humanitarios se alcanzan trabajando en equipo y matizando generosidad, esfuerzo e idealismo constante. Su faz de educador no decayó ni un solo instante en nuestras vidas y, así, fue desprendiendo “como el tronco a sus ramas y frutos” una miríada constante de discípulos que reconocen al maestro y no a la ecuación inversa, otra de sus frases. Este es, a mi entender, el verdadero ejercicio del discipulismo.


Frecuenté cientos de veces el departamento de la cañada con un objetivo indeclinable, la génesis y/o corrección de comunicaciones científicas para presentar en las Sociedades, Asociaciones, Revistas, Academias ¿Cómo escribir un trabajo científico?. ¡Cómo escribirlo una vez pero corregirlo 5 o 6 o más!. Esa asombrosa dificultad fue también el placer de lograrlo y hacerlo visible, tareas otras que eran llevadas también en simultaneo y a buen término por los colegas profesores Florez Nicolini, Lada y Badra. Mucho tiempo después encontré en los anaqueles de una librería un pequeño libro “Como se hace una tesis” de Umberto Eco dirigido a los estudiosos de cualquier disciplina humanística ¿Casualidades? ¿Coincidencias? En estos maestros, de disciplinas diferentes, las inspiraciones eran similares: la organización para trabajo y el acopio de material, la elección de un título, solo que nosotros recibimos esos consejos en vivo y en directo.

Cuando llegábamos a la ex Sociedad de Cirugía de Córdoba hoy Asociación y a la Academia Argentina de Cirugía en Buenos Aires no era infrecuente una comunicación telefónica de ida o de vuelta con algún profesor que le hacía algún aporte pre-presentación del trabajo. Por ejemplo: En ESA VÍA ANTROPILORODUODENAL, un concepto todo lo inverso para llegar a la vía biliar en la cirugía iterativa, le llamó un reconocido cirujano y le hizo un aporte de índole mitológico sobre “los hilos de Ariadna”, aportes que se referían a la táctica y técnica para llegar a la vía biliar usufructuando la tracción desde el antro gástrico a los fines de tensar las estructuras.

Leyenda 4: Reintervenciones de las vías biliares por litiasis para el abordaje del hepatololédoco. Vía antro píloro duodenal


Defendía apasionado pero respetuoso muchas de las conductas de lo que yo llamaría Escuela Cordobesa. Inolvidable fue el punto de vista que sostuvo en ocasión de la comunicación del Hospital Italiano a través del Dr. Enrique Beveraggi , en la Asociación de Cirugía de Córdoba, sobre “pancreatectomias tempranas” a los fines de mejorar el pronóstico ominoso en la pancreatitis aguda grave. Con declarado señorío por sus dominios etiofisiopatogénicos y poniéndose de pie, defendió el tratamiento médico y, no solo eso, sino para dejarlo aclarado “No opero un enfermo ni con un cálculo enclavado en la papila”


Leyenda 5: Su Trabajo de Tesis de 1971 Colecisto-pancreatitis : valoración experimental de la teoría canalicular y linfática. Ejerce el padrinazgo el Prof Carlos Aguirre


Jamás le oí descalificar a un adversario en encuentros científicos y se alejaba siempre de cualquier postura fanática. Eso tan frecuente hoy en día, en que se identifica la verdad con la doctrina u opinión propia y el error en los oponentes. Otra cosa, es ejercer el pensamiento puro u opinión y acompañarlo con la acción enfática para intentar lograr el triunfo de las propias convicciones. Fue un gran respetuoso de los cirujanos mayores de su escuela quirúrgica. En su compañía y gracias a su presentación tuve la suerte de estrechar la mano de grandes pioneros de la cirugía nacional como el Prof. Juan R. Michans. En Córdoba, no pocas veces concurrimos hasta barrio Cofico a lo del Prof. Alfredo Martinez Marull. ¡Qué lindos momentos para el recuerdo, escucharlos con atención para sedimentar un trabajo científico o para tomar una postura cualquiera ante un urticante tema relacionado a las asociaciones de cirugía, por supuesto, confortados con un “whisky en las rocas” mediante.
En las reuniones asumía el rol de polemista que le quedaba bien, y como se desempeñaba con firmeza y sólidos argumentos, despertaba admiración en quienes lo seguían y, como es lógico, despertaba alguna reticencia en los oponentes, pero no era malquerido. Aunque esta suele ser la suerte para los reformadores. La via antropiloro duodenal, la sutura en un monoplano, la reticencia al uso prolongado de la sonda nasogástrica, las esofaguectomias, las resecciones hepáticas y derivaciones biliares complejas, y otras diversas; en todos los campos y épocas dejó su impronta innovadora.


Leyenda 6: Paciente con injuria quirúrgica de las vías biliares. Resección hepática a lo Champeau con anastomosis intraparenquimatosa previa colangiografia transparietohepatica

 

 

Modificó el carácter de los ateneos haciéndolos al estilo de una verdadera mesa redonda. Una forma de discusión de los temas de Servicio frente a frente que le fue habitual en su formación junto a Jaime Pi-Figueras y Jorge Puig La Calle, en Barcelona. Fueron impactantes sus diagnósticos a la vez que asombrosos, sobre todo en las épocas en las que algunas patologías neuroendocrinas no eran muy conocidas. Desde entonces no fueron infrecuente las internaciones y/o derivaciones al Hospital de Clínicas de pacientes con diagnósticos de Síndrome carcinoides, gastrinoma, vipoma, glucagonoma. Era un maestro estruendoso que, tal vez, algún desprevenido podía oler o interpretar como expresión de vanidad jantaciosa. Sin ahondar esta dimensión tanto ingrávida como inescrutable, y obviando cuestiones psicológicas que no son de mi dominio, adhiero a aquellas definiciones de que ¡a espíritus de fervor incomparable no les pidan virtudes cotidianas!
Nos estimuló siempre a las membresías y gratamente me presentó para optar a Miembro Adherente en la Sociedad de Cirugía de Córdoba con un trabajo original basado en una casuística de cáncer de tiroides de una serie de tiroidectomías, patología que se incrementó notablemente en los años de mi Residencia. Nos hizo tempranamente participes en el trabajo que obtuvo el premio “Colegio Argentino de Cirujanos” en 1981. Una anécdota al respecto: pidió rehacer los diplomas con el nombre de cada uno para que tuviésemos el original.


Leyenda 7: Premio “Colegio Argentino de Cirujanos 1981” Gramática Luís, Hliba Ernesto, Pilnik Norma, Florez Nicolini Francisco, Montenegro Rolando B.

No independizó esta noble y desinteresada tarea de educar con la de la amistad y congeniaba ambas virtudes cotidianas. No toleraba lo que él consideraba “desordenes y rebeldías” y alguna separación espacial transitoria sobrevendría con frecuencia entre integrantes de ese equipo  humano. Tema complejo y laberinto indescifrable el de las relaciones entre congéneres cuando en la acción cada uno desea en triunfo de sus propias convicciones.Tuvimos confrontados varias veces por motivos diversos que no vienen al caso analizar. Remordimientos, quién no los tiene, por lo que hicimos o dejamos de hacer. 

Fue un verdadero maestro en la vida cotidiana. Lo conocí viviendo en su gran departamento familiar de la Cañada junto a su esposa Conchita y a sus tres hijos varones, el mayor Luis Jr. actual Profesor Titular por Concurso de Clínica Quirúrgica UHC N° 1 del Hospital de Clínicas. Conchita, una gran mujer que llenaba ese departamento donde había nada más que hombres, lo acompañó y estuvo infaltablemente a su lado, asistiéndolo también en las actividades del consultorio privado. Todavía resuena en mi memoria el timbre de voz de sus palabras al atenderme el teléfono “Luis, es Rolando”. Pude conocer a sus padres Ferrante y Sara, a sus hermanos y hermanas y estuve invitado al casamiento de su hijo Luis. También compartí la vida familiar en la hermosa casa de Villa Allende Golf. No tuve el privilegio de verlo con frecuencia alejado ya de los recintos universitarios y de las desgastantes cirugías que llevó largamente sobre sus espaldas. No le he visto marchar hacia el fin pero trato de comprender que lo último es el desenlace lógico, casi feliz de nuestra vida. Estuve al tanto, como se dice, por las noticias que llegan casi sin anunciarse.


Querido Luis, vos no estás verdaderamente muerto, solo que estás disimulado por una nube que poco a poco nos va cubriendo también a nosotros. Hasta tanto llegue ese momento, yo soy de los que creen que la muerte no es pura inmovilización de moléculas y que el espíritu sobrevive a la destrucción corporal. Con el Prof. Florez Nicolini siempre hablamos y reflexionamos sobre esto de cerrar y abrir puertas, una manera de sobrevivir a las contingencias de este mundo. Parafraseando, podemos decir que a Luis se le ha cerrado la puerta de la vida pero se le han abierto otras, aquellas por donde fluye la vida de tantos a quienes les enseños sus cálidos valores y virtudes. Por ello hemos sentido profundamente este instante donde no dejan de estar presentes su esposa , hijos y amigos.


Rolando B. Montenegro
Doctor en Medicina y Cirugía

 


La Asociación de Cirugía de Córdoba recuerda con afecto y gratitud a su ex Presidente Prof. Dr. Juan José Feijoó Osorio, fallecido el 15-3-22. Fue una persona de gran calidez y cualidades humanas, y desarrolló una destacada carrera asistencial y académica, además de participar activamente en nuestra vida institucional. 

Aquí abajo le dejamos la semblanza que escribió su hijo (Dr. Juan José Feijoó Osorio).


 

El Dr. Juan José Feijoo Osorio nació en Córdoba el 3 de junio de 1926. Después de cursar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Montserrat, donde se graduó con uno de los mejores promedios, inició los estudios de su gran vocación, la Medicina, en la Universidad Nacional de Córdoba. Muy buen estudiante y gran deportista en la época, participó en los orígenes del Tala Rugby Club y del Córdoba Rugby, donde destacó como jugador. Se graduó con honores en la Facultad de Medicina en 1952 y comenzó su carrera de médico y su gran vocación, la cirugía, bajo la tutela de su maestro el siempre recordado Profesor Doctor Juan Martin Allende, su referente profesional y humano desde sus primeros pasos en la profesión. 

Desde sus últimos años de estudiante fue practicante del viejo Hospital Español de Córdoba y posteriormente médico interno, médico militar del Liceo Militar Córdoba y cirujano de urgencias de Sanidad Policial del Hospital San Roque. En 1955, siempre bajo la tutela del Doctor Allende, ingresó en la Primera Cátedra de Clínica Quirúrgica del Hospital de Clínicas, donde se graduó en el Curso de Postgrado de Cirugía, tres años con examen final, el equivalente de las residencias médicas actuales. Ganador de una Beca del Gobierno Francés fue invitado por el Dr. Charles Dubost, Jefe de Cirugía del Hospital Broussais de Paris, pionero de la cirugía Cardiovascular y Torácica y fue también cirujano invitado del Servicio de Cirugía de Tórax de la Unidad de Neumonología y Cirugía Torácica del Hospital de México DF.


Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Córdoba, con tesis calificada como sobresaliente y Premio Facultad de Medicina, fue Docente Adscripto de Clínica Quirúrgica, posteriormente Profesor Adjunto y Profesor Titular por concurso de Cirugía II de su querida Universidad Nacional de Córdoba, donde fue Jefe de Unidad Hospitalaria y Profesor Consulto. En su carrera en la Universidad fue también Consejero Titular de la Facultad de Ciencias Médicas, Director de la Escuela de Graduados en Ciencias de la Salud y Secretario de Extensión Universitaria.


Especialista en Cirugía General, Cirugía Torácica y en Flebología y Linfología por el Consejo de Médicos de Córdoba, así como Miembro Numerario y especialista en Cirugía por la Asociación Argentina de Cirugía. Presidente y Miembro Honorario de la Sociedad de Cirugía de Córdoba (Hoy Asociación de Cirugía de Córdoba), Presidente Honorario de la Sociedad de Flebología de Córdoba y de la Sociedad Argentina de Flebología y Linfología, fue también designado Fellow del American College of Surgeons.

Tuvo una destacada carrera quirúrgica y docente, a lo largo de la cual recibió numerosos premios y distinciones, aunque valoraba especialmente las dos decenas de tesis doctorales que dirigió y lo que transmitió a sus numerosos discípulos a quienes legó no solo un bagaje quirúrgico y docente excepcional sino también un legado humanista que lo enorgullecía. Publicó numerosas publicaciones médicas y 11 capítulos de libros de Medicina. 

Casado con Sara Elena Correa Molina, tuvo tres hijos, uno de ellos médico. Amante de la lectura, la música, los deportes y escribir, otra gran pasión en su vida, que fructificó en libros de relatos y cuentos cortos y ‘Relatos de mis viajes y otras reflexiones’. Viajero incansable, no dejaba pasar oportunidad de viajar, con la actitud abierta y curiosa del verdadero viajero.

Para concluir lo haré como creo que le gustaría ser recordado. Fue un hombre honrado, decente, humano, siempre en búsqueda del consenso antes que de la división o el enfrentamiento. Gran padre y esposo, en sus últimos años dio un ejemplo de entrega, solidaridad, generosidad y fue la guía de su familia hasta el final. Un verdadero referente para todos.


Córdoba, 30 de octubre 2019,


Alberto Riberi, Profesor Consulto de la Facultad de Medicina de la UNC, nació en la localidad de Lehmann el 28 de junio de 1928 y falleció en la ciudad de Córdoba el 4 de febrero de 2016. A muy temprana edad, junto a sus padres y hermana, se mudó a la cercana ciudad de Rafaela, Provincia de Santa Fe. Como algunos hijos de inmigrantes que laboriosamente supieron colonizar la pampa argentina, ni bien completó sus estudios secundarios, se atrevió a tomar una decisión fundamental para su vida. Honrando el consejo y el esfuerzo de sus padres, con la firme ilusión de convertirse en médico, Alberto Riberi, vino a estudiar a la Facultad de Medicina de la UNC.

Leer más: Semblanza Profesor Dr. Alberto Riberi